Frente a la adversidad
Leer | HEBREOS 12.1, 2
Cuando un niño se lastima, nuestro objetivo es que se sienta
bien pronto. Quitamos los obstáculos para que, al dar sus primeros pasos, lo
haga sin tropezar. Y muchos padres tratan de minimizar la frustración de sus
niños en edad escolar, ayudándolos con sus tareas, dando a veces más ayuda de
la necesaria. Aunque aliviar el malestar de los niños es comprensible, podemos,
sin darnos cuenta, transmitir el mensaje sutil de que los obstáculos y el dolor
tienen que ser eliminados a toda costa.
Las dificultades son parte de la vida, y si esperamos lo
contrario, estaremos sufriendo desilusiones reiteradamente. Si dejamos que las
desilusiones persistan, podemos dar la espalda al Señor. Se puede desperdiciar
mucho tiempo tratando de evitar las dificultades, cuando podríamos poner en
manos de Dios nuestro futuro. También consumimos energías tratando de salir de
nuestras situaciones difíciles, en vez de pedir al Señor que nos diga cómo
quiere Él que procedamos. Y lo que es más importante, Dios no ve la adversidad
como una tragedia.
Dios ve un valor bienhechor en nuestras pruebas. El
sufrimiento y la muerte de Jesús en la cruz confirman la poderosa obra que Dios
puede lograr por medio de la adversidad. Él usa las dificultades como
oportunidades para nuestro crecimiento espiritual.
Ninguno de nosotros disfruta de los problemas, pero en este
mundo las amarguras y las dificultades son seguras. Abandonemos nuestra manera
de pensar, y pidamos tener la mente de Cristo, quien confió en el modo de obrar
del Padre celestial hasta la muerte en la cruz.
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